Escritos publicados en la revista Libros y Letras

Saturday, August 25, 2007

Vine a buscar a mi padre, un tal Juan Rulfo


Por: Juan Camilo Rincón
Jaime Henríquez Fattoni


No importa si es Comala o Macondo, todas las sombras se alargan sobre una tierra árida. En las ciudades, las sombras de los caminos terminaron por volverse pavimento oscuro, tan nuevo como el recuerdo de los más jóvenes, como mi recuerdo que se creó con una calle sin arena y cree que lleva ahí toda la vida. La capital es cuidad hace poco y nuestro pasado era colonial y la plaza tenía iglesia y reloj, como aún se ve en España. Ante esto, Rulfo es tan latinoamericano por su descripción eterna de los espacios, como los cuentos de nuestros abuelos, que ya no se pueden comprobar pero quedan intactos en el tiempo. En todo pueblo existía un gran hacendado, una finca tan productiva como la Media Luna o un grupo de bandoleros. No importaba si eran liberales o conservadores, siempre había un muerto y un hombre más macho que el otro.

El opresor y el oprimido, el cielo azul, la tierra ardiente, El llano en llamas era Santander o el Gran Tolima, un nombre es irrelevante si no se vuelve un mito, Petronio Flores o Sangre Negra, al final todos morían bajo la misma ley. Latinoamérica tiene una historia estructural con las mismas características, pero Rulfo buscaba en su literatura más que sólo las similitudes. Afirmó en una entrevista hecha en Bogotá por Enrique Santos en 1966, que él tiene la misión conjunta de plantear problemas sociales y de hacer obra de arte. "Los problemas sociales -afirma- se pueden plantear de una manera artística. Es difícil evadir de una obra el problema social, porque surgen estados conflictivos, que obligan al escritor a desarrollarlo". Argumento que sintetiza su obra. Comala o Macondo son ciudades creadas para preservar su mito y salvaguardar espacios inmunes al tiempo. Un sentido social irrumpe en las creaciones de estos espacios para dejar testimonio. Porque así sea que ahora los métodos de opresión estén un poco más tecnológicos y "civilizados" los oprimidos serán los mismos, lo único que cambia es la generación. Pero además tienen un gran valor literario; son los personajes más relevantes en las tramas de sus libros y guardan un legado de espacio fantástico.

Comala es un espacio mestizo donde Juan Preciado deja unos rastros muy definidos. Su presencia tan real en el primer párrafo, donde su madre muere y él va en busca de su padre, se llena de rasgos fantasmales en el transcurso de la narración. La relación tan vivida con los muertos es común en la cultura mexicana, se debe pensar en la celebración del 1 y 2 de noviembre donde se honra el día de los fieles difuntos. El trato con los muertos esta tan natural para los pueblos latinoamericanos por la relación estrecha entre la muerte y la Historia. La eterna desaparición de familiares, en un espacio donde se lleva un arma con tanta naturalidad trasforma el concepto de luto y de tristeza.

Otro elemento que nos traslada a este mundo es el lenguaje campesino. No es aquélla expresión forzada que escriben los intelectuales de la capital, sino ese idioma conveniente y practico que se siente en los lugares rurales. En el cuento No oyes ladrar a los perros, se plasma aquella angustia por vivir y sobrevivir lejos de los espacios civilizados donde no hay que caminar toda una noche para encontrar un medico. Lugares tan alejados de la capital, donde la presencia del estado es tan intermitente como una mosca interrumpiendo la siesta de un perro hambriento.

"—Tú que vas allá arriba, Ignacio, dime si no oyes alguna señal de algo o si ves alguna luz en alguna parte.—No se ve nada.—Ya debemos estar cerca.—Sí, pero no se oye nada.—Mira bien. —No se ve nada.—Pobre de ti, Ignacio".

La prosa de Rulfo en El llano en llamas se instala todavía en la temática de la novela realista de las primeras décadas del s. xx. El problema del campesino, de su relación con el mundo rural y alejado del alcance de los brazos del Gobierno, que cuando está presente sólo produce guerra o sometimiento. Alcides Arguedas, Jorge Icaza, Ciro Alegría son algunos de los autores que podrían trazarnos un camino hacia un Rulfo preocupado por una nueva visión de la realidad, distinta a la de estos predecesores pero aún dentro del marco de existencia y aun de injusticia que quería representar. Un uso rápido y corto del lenguaje, abundante en mexicanismos, le permitió más efectividad expresiva que libertad narrativa. Hablando de El llano en llamas, Borges dice: "Esta serie de diecinueve cuentos prefigura de algún modo la novela que lo ha hecho famoso en muchos países y en muchas lenguas". En estos cuentos encontramos una realidad viva a través de la muerte, tierras áridas y duras donde no crecen las plantas pero que respiran una vida de personaje, de ser actuante en su pasividad estática. Ocurre lo mismo con la imagen del pueblo, en el cuento Luvina, donde esté es el centro de la acción y sus personajes son consecuencias del pueblo y no al revés. Este "espacio-personaje" toma aun más fuerza e importancia en Pedro Páramo: es el pueblo quien produce la gente, las historias, los fantasmas, los recuerdos que se desvanecen en la mitad de una calle nocturna. Juan Preciado camina por las calles de Comala reviviendo el pasado del pueblo a través de espejismos que vagan por sus calles desde que murió el gran mayoral, cerrando la historia de la Media Luna.

Me arriesgaría a decir que Pedro Páramo es aquel predecesor no nombrado en los libros de investigación, de Cien años de soledad. Dicho argumento se entrevé en el homenaje que le hace Gabriel García Márquez al mexicano en 1980: "El escrutinio a fondo de la obra de Juan Rulfo me dio por fin el camino que buscaba para continuar mis libros", recordando aquella época en México cuando solo había publicado La hojarasca y tenía tres libros inéditos (El coronel no tiene quien le escriba, La mala hora y Los funerales de la Mamá Grande), antes de hacer la obra que le dio el Nobel.

Gabriel García Márquez reconoce la importancia que tiene Juan Rulfo como gran renovador de la literatura latinoamericana. "...Álvaro Mutis subió a grandes zancadas los siete pisos de mi casa con un paquete de libros, separó del montón el más pequeño y corto, y me dijo muerto de risa: ¡Lea esa vaina, carajo, para que aprenda! Era Pedro Páramo. Aquella noche no pude dormir mientras no terminé la segunda lectura. Nunca, desde la noche tremenda en que leí la Metamorfosis de Kafka en una lúgubre pensión de estudiantes de Bogotá —casi diez años atrás— había sufrido una conmoción semejante". Sin Juan Rulfo no hubiera sido posible estos espacios fantásticos que identifican nuestra literatura.


Ver fumando constantemente a Juan Rulfo, en aquella Bogotá del 66, tan tranquilo después de cambiar la historia de la literatura. Sin afán de publicar, su influencia fue más grande que otros escritores que tienen una "prolífica" obra. Borges, a quien poco le interesaba la nueva literatura y menos la de nuestro continente, dice sobre Pedro Páramo "que es una de las mejores novelas de las literaturas de lengua hispánica, y aun de la literatura". Susan Sontag, una mujer tan relacionada a las letras de nuestro continente reconoce que "La novela de Rulfo no es sólo una de las obras maestras de la literatura mundial del siglo xx, sino uno de los libros más influyentes de este mismo siglo". El encuentro con Pedro Páramo es tan necesario para nosotros como al búsqueda de la identidad. Tan lejanos estamos de Comala como de sus habitantes fantasmagóricos, pero en sus apariciones nos queda aquella imagen vívida de las narraciones orales que llenaron nuestro continente de motivos necesarios de recuerdos.

Tuesday, July 03, 2007

Texto sobre García Lorca

LA FELICIDAD ERA SU PIEL
(Texto sobre García Lorca)


Por:

Jaime Henríquez Fattoni
Juan Camilo Rincón


Recordamos la belleza literaria de un país por su generación de oro; de la España moderna fue la del 27, y su principal imagen se siente en el eco de los versos de Lorca. Después de tantos años, sus compañeros de escritura ya están con él al otro lado del río, pero su infame muerte nos sigue acompañando como recuerdo vil de las atrocidades del franquismo. Ellos mismos se encargaron de no dejar vacío ese hueco de la historia literaria, dando a conocer al mundo lo absurdo de esa muerte, como un error del destino que ellos se negaban a aceptar. “Cuando ya había marchado, aún tardaba mucho en irse, seguía allí, rodeándonos aún de sus ecos, hasta que de pronto decía uno: «Pero ¿se ha ido ya Federico?»”. Así decía Pedro Salinas.
Ya los años de Rubén Darío habían pasado, aquellos que alguna vez lo siguieron buscaban ahora nuevos caminos de expresión. Las vanguardias francesas e italianas se dejaban ya sentir en la España de los años veinte. Unos años atrás, el final del imperio colonial, con la perdida Cuba, había golpeado fuertemente el nacionalismo ibérico. Este malestar fue captado por la llamada Generación del 98, que mostraron en sus escritos la poca fe que sentían hacia el futuro del pueblo español. Pero en los veintes nació otra forma de ver la España democrática. La Residencia de Estudiantes de Madrid sirvió como epicentro del arte Español que marcaría el siglo XX. Juan Ramón Jiménez, Miguel y Antonio Machado, Miguel de Unamuno, todos noventayochistas y antiguos hospedados en la Residencia, influenciaron a aquellos estudiantes posteriores que aprendieron de ellos la poesía de la belleza y “las posibilidades del sueño para desentrañar una realidad más profunda”, según enseña Martínez Cutiño. A esto se le sumaban el reconocimiento y la adoración de grandes clásicos como Garcilaso, Lope de Vega o Góngora, en quienes admiraban el uso de la técnica y la forma. Influencias todas que encontramos en la poesía de García Lorca, junto con la nueva visión liberal y patriótica que encarna la Generación del 27.
En los pasillos de la residencia muchos intelectuales que marcarían el siglo XX buscaban la compañía de Lorca. Buñuel recuerda que “su habitación en la residencia se convirtió en uno de los puntos de reunión más solicitados de Madrid”. Su amistad con este último y con Salvador Dalí era motivo de tertulias donde la producción artística era plasmada en todos los sentidos. A pesar de la lejanía de Dalí, años después a causa de su fama, este aún recordaba aquellos retratos que le hizo a su amigo en 1923 (Naturaleza muerta. Retrato cubista de Federico García Lorca). Un perro andaluz (Un chien andalou) fue uno de los proyectos que tomaron forma en aquellos tiempos, pero muchos no lograron concretarse porque cada uno tomó su camino. Aquel joven sencillo y lleno de vida fue amado por todos, el cineasta aragonés lo recuerda como un hombre “brillante, simpático, con evidente propensión a la elegancia, la corbata impecable, la mirada oscura y brillante, Federico tenía un atractivo, un magnetismo al que nadie podía resistirse”.
Todo lo bueno se da en conjunto, y por eso su vida le entregó otros compañeros. Sin tener soberbia ante sus propios escritos reconocía las virtudes de quienes lo rodeaban, y hacía a sus amigos peticiones constantes de sus muestras artísticas y creativas. Rafael Alberti recuerda aquella sonrisa de hombre venidero: “Federico abrazaba a todo el mundo, cayendo enseguida sobre el presentado como una tromba incontenible de palabras, entrecortadas risas y gestos hiperbólicos”. Aquella España vivida en aulas de clase recuerda una generación que tuvo el valor de pensar en libertad, en una estética nueva, transgresora, impersonal pero generosa y profundamente hispánica.
Otra albertiana nos muestra la importancia de los nuevos objetivos poéticos de esta generación: “(…) estos versos del Romancero gitano serán ya para toda mi vida la Residencia de Estudiantes, puerta de nuestra amistad”. Habla de los primeros versos del “Romance sonámbulo”, esos conocidísimos que dictan:

Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.

El poema cuenta la historia de un perseguido por la justicia que llega a la casa de su amada, quien después de esperarlo largo tiempo ha muerto. Es un tema recurrente en el Romancero, ese amor por los marginados, los fugitivos. La España andaluza y gitana es el marco donde se encuadran los episodios de este libro, uno de los más importantes de la Generación del 27, pues demuestra ya un esfuerzo por recuperar la España perdida, inculta y caída contra la que tanto escribieron los del 98. Lorca recurre a leyendas y episodios tradicionales de la historia andaluza, como se puede ver en el “Martirio de Santa Olalla”, recreación del sacrificio de Santa Eulalia de Mérida en el siglo IV de nuestra era. El “Romance del emplazado” y la “Burla de don Pedro a caballo” son otros tantos que retoman temas de la tradición gitana. El poema “Thamar y Amnón” retoma una historia bíblica muy popular en la tradición literaria española (recreada ya por grandes como Lope de Vega y Tirso de Molina), que se puede encontrar en el libro segundo de Samuel. Y en la misma línea de la temática religiosa, encontramos varios poemas dedicados a santos, como lo son los de San Miguel, San Rafael, y San Gabriel.
El libro en sí es una defensa, o una reivindicación, del pueblo andaluz gitano. El poeta mismo lo dice:

El libro en conjunto, aunque se llama gitano, es el poema de Andalucía, y lo llamo gitano porque el gitano es lo más elevado, lo más profundo, lo más aristocrático de mi país, lo más representativo de su modo y el que guarda el ascua, la sangre y el alfabeto de la verdad andaluza y universal.

Fue León Tolstoi quien alguna vez dijo: “Habla de tu aldea y serás universal”. No sabemos si Lorca conoció la opinión del ruso, pero cualquiera que lea el Romancero podrá darse cuenta que la meta del poeta (llevar su Andalucía natal hasta un plano universal) está plenamente lograda y no deja nada que desear.
Dando un salto cronológico (el Romancero fue escrito entre 1923 y 1928, año en que se publicó), llegamos a la aparición póstuma, en 1940, del complejo libro Poeta en Nueva York. Valga decir, sin embargo, que éste fue escrito entre 1929 y 1930, año en que el poeta residió en dicha ciudad como estudiante de la Universidad de Columbia. Los motivos de su traslado son todavía materia de debate, pero se cree (y cada vez con más fuerza) que se debió principalmente a una relación fracasada que lo obligó a alejarse de su entorno cotidiano. Lo que sí se sabe es que el poeta se encontraba en una “penumbra sentimental”, según nos informa el investigador Arturo Ramoneda, quien además opina: “La estrecha relación entre la situación dolorida del poeta y el «símbolo patético de Nueva York» es quizá lo más significativo de este libro”. El sentimiento de derrota del poeta lo lleva a ver a Nueva York como una ciudad oscura, amenazante, casi muerta, encarnación del capitalismo industrial que oprime la belleza y la nobleza del hombre. Así lo podemos ver en el “Grito hacia Roma (Desde la torre del Chrysler Building)”, o en “La Aurora”, poema donde se describe el nacimiento del día neoyorquino como un suceso doloroso y aterrador, sin ningún tipo de esperanza para sus habitantes. Pero la gran metrópolis le sirve también como vehiculo expresivo, como espejo de su dolor y de su angustia. Un fragmento bellísimo del poema “Panorama ciego de Nueva York” nos sugiere esta idea.

Todos comprenden el dolor que se relaciona con la muerte
pero el verdadero dolor no está presente en el espíritu.
No está en el aire, ni en nuestra vida,
ni en estas terrazas llenas de humo.
El verdadero dolor que mantiene despiertas las cosas
es una pequeña quemadura infinita
en los ojos inocentes de los otros sistemas.

El poeta debe apelar a lo externo, a los “otros sistemas”, para encontrar su verdadero dolor y poder expresarlo, y son los sistemas y elementos de la ciudad lo que a través del libro nos presenta como reflejo de ese dolor. También el uso del verso libre y el acercamiento superficial a las técnicas del surrealismo le brindan la posibilidad de expresarse con más libertad que antes, permitiéndole, por ejemplo, hablar por primera vez de su homosexualidad, gran mito de su biografía (véanse los poemas “Tu infancia en Menton” y “Oda a Walt Whitman”).
Otros temas de interés y muy típicos de la obra lorquiana se encuentran de nuevo en el Poeta. Los mencionaremos rápidamente: su tendencia a hacerse del lado de los desfavorecidos y los marginados lo lleva a simpatizarse con el sufrimiento de la raza negra, a quien dedica varios poemas de los cuales cabe destacar “El Rey de Harlem”. El tema de la muerte (tan recurrente ya desde sus primeros libros) es importantísimo aquí, y da nombre a una de las secciones: “Introducción a la muerte”, título sugerido por Neruda algunos años después.
El lector interesado notará que no hablamos de algunos libros de gran importancia y belleza poética en la obra lorquiana, como lo son las Canciones, el Poema del Cante Jondo, el Diván del Tamarit. Ni mencionamos tan siquiera algo de su copiosa obra teatral, de la cual las Bodas de sangre o el Amor de don Perlimplín constituyen hermosos ejemplos de la versatilidad y riqueza creativa de este grande del siglo XX. Se nos tendrá que disculpar: la falta de espacio nos obliga a dejarlos para otra ocasión.
Lorca llenó de magia a Buenos Aires y la cuidad lo recuerda con el corazón. "Yo sé que existe una nostalgia de la Argentina, de la cual no me veré libre y de la cual no quiero librarme porque será buena y fecunda para mi espíritu" (Lorca al despedirse de Buenos Aires, 18 de marzo de 1934). Aquel viaje ocasional para poner en escena Bodas de Sangre, se alargó por el hechizo porteño, aquel que en el antiguo teatro Smart (actual Blanca Podestá) permitió el mítico encuentro entre Federico García Lorca y Carlos Gardel. Noche que prosiguió con el canto compartido de tangos y canciones populares granadinas y el deseo mutuo de recordar “Por una cabeza”, canción amada por los dos. La misma cuidad donde se encontró con su buen amigo Neruda, quien fue designado como embajador de Chile en la capital argentina en 1933. El poeta latinoamericano recuerda en su libro de memorias Confieso que he vivido, aquella conferencia que hicieron alimón (basándose en la idea de que dos toreros pueden torear al mismo tiempo el mismo toro con un único capote), homenajeando a Rubén Darío. Neruda lo rememora aquella noche donde su osadía con una mujer llevó a Lorca a cuidar la puerta de una torre. Mientras el poeta chileno trataba de consumar su amor, su amigo andaluz terminó rodando por las escaleras de aquel fortín. De cuando caminaban por aquella estancia los tres huéspedes, Neruda menciona: “García Lorca iba delante y no dejaba de reír y de hablar. Estaba feliz. Esta era su costumbre. La felicidad era su piel”.
Amado Lorca, su ausencia llenó de Pena negra el corazón de quien lo conoció. Su muerte, oscuro símbolo de la guerra civil fue recordado por todos los españoles que estuvieron exiliados u oprimidos durante treinta y cuatro años. La España liberal se desplomó pero su ideología buscó refugio en otras patrias. Sus mártires, Miguel Hernández y Federico García Lorca, fueron leídos con más fuerza y no cayeron en el olvido porque sus amigos se negaron a permitirlo, entregando a las nuevas generaciones esa belleza, esa fuerza poética, sobreviviendo así a las intenciones opresivas de Franco; el generalísimo ha fallado. Todavía hace vibrar lo que Atahualpa Yupanqui le escribe a Lorca al enterarse de su asesinato: “No te preocupes, la muerte es un ratito nada más”.

Friday, May 11, 2007




LA IMPORTANCIA DE BORGES EN LA LITERATURA UNIVERSAL

Por: Juan Camilo Rincón

Juan Gustavo Cobo Borda recuerda en su libro Borges enamorado la conferencia en el The Royal Society of Arts de Londres en 1988, donde el escritor cubano ya exiliado en Europa Guillermo Cabrera Infante se arriesga a decir lo que muchos saben pero no concretaban textualmente: “Borges es la mejor cosa que le ha sucedido a la literatura escrita en español desde la muerte de Calderón, en 1681”. En el siglo veinte Latinoamérica maduró en términos literarios dando sentido y fama a las lenguas española y portuguesa. Europa conoció nuestras tierras por medio de grandes escritores que llenaron de espacios fantásticos la mente ilustrada de los europeos. Nombres como Julio Cortázar, García Márquez, Octavio Paz, Carlos Fuentes, Adolfo Bioy Casares, Cesar Vallejo, Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Juan Rulfo, Ernesto Sábato, Miguel Ángel Asturias, Mario Vargas Llosa y el mismo Guillermo Cabrera Infante son leídos y traducidos en miles de idiomas por su valor estético. Por eso arriesgarse a dar una afirmación tan fuerte como aquella que comienza este artículo tiene un gran valor, porque se le da prioridad a un literato por encima de un grupo muy bueno de maestros en su oficio. Pero creo que el escritor cubano tiene razón y le rodearé su argumento con la voz de otros escritores de la misma talla.

Borges fue leído por la generación del boom latinoamericano. En la aparición de los grandes libros de este género ya el escritor bonaerense contaba con una cantidad memorable de textos publicados. Recordemos el prologo hecho por Borges en su colección de la Biblioteca personal a un libro de Cortázar, donde recuerda que ayudó a la publicación la Casa Tomada en una “revista literaria, más o menos secreta”, pero que fue de mucha ayuda para los primeros pasos como escritor de Julio Cortázar. Ya desde Paris, en Rayuela (capitulo 60), Cortázar en la voz del personaje Morelli hace una lista de acknowledgments o temas importantes y nombra a Borges. Luego en Vuelta al día en ochenta mundos, le dedica un poema memorable:

“Justo en mitad de la ensaimada Se plantó y dijo: Babilonia: Muy pocos entendieron que quería decir el Rió de la Plata. Cuando se dieron cuenta ya era tarde, quién ataja a este potro que galopa de Patmos a Gotinga a media rienda. Se empezó a hablar de víkings en el café Tortoni, y eso curó a unos cuantos de Juan Pedro Calou y enfermó a los más flojos de runa y David Hume. A todo esto él leía novelas policiales”.
Poema que nunca le entregó pero esperó que alguien se lo leyera para así darle sentido a este acto de admiración. Pero no fue el único, al norte del continente otro maestro del boom, Carlos Fuentes, en su texto La construcción borgiana, del libro “La nueva novela hispanoamericana” hace su entrega de elogios y da la importancia necesaria al escritor argentino. Incluso nuestro Nóbel, Gabriel García Márquez, reconoce su influencia en los diálogos con el peruano Mario Vargas Llosa en el texto La novela en América Latina, donde afirma que: “Con Borges a mi me sucede una cosa: Borges es uno de los autores que yo más leo y he leído (…). A Borges lo leo por su extraordinaria capacidad de artificio verbal: es un hombre que enseña a escribir, es decir, que enseña a afirmar el instrumento para decir las cosas”.

Escritor argentino Ricardo Barnatan afirma que Borges: “Ejerció una discutible maestría en la literatura de nuestra lengua con una socarrona humildad. Su influencia indeleble en los grandes escritores latinoamericanos ha sido reconocida por quienes respetan su literatura más allá de las coincidencias o divergencias políticas. Octavio Paz, Julio Cortázar, Manuel Mujica Láinez, Ernesto Sábato, Mario Vargas Llosa, Guillermo Cabrera Infante, e incluso García Márquez y Carlos Fuentes han repetido muchas veces que ellos no hubieran sido lo que son si no hubieran bebido del manantial Borgiano”[1]. Recordemos la famosa frase “su obra es dadora de vida”, en el artículo del Nóbel mexicano Octavio Paz que fue hecho el día después de la muerte del argentino y que ha sido publicado en varios periódicos latinoamericanos incluyendo El Tiempo.

Incluso aquellos que son reconocidos por tener una posición política diferente le dieron un enfoque privilegiado en temas literarios al escritor argentino. Un ejemplo es el Nobel chileno Pablo Neruda que plantea que: “Hemos tenido grandes escritores, pero uno universal, como Borges, es una rareza en nuestros países”. Pero es interesante detenernos un poco en la relación entre Ernesto Sábato y Borges, donde sus dos formas de ver el mundo llevaron a largas discusiones y peleas que serán analizadas en otro artículo. Sin embargo cuando Borges muere, Sábato lo recuerda de una forma muy personal: “es una pérdida muy especial para el mundo. Era sin duda uno de los más grandes escritores de nuestro tiempo y en lo referente a la lengua castellana, era un supremo maestro, un gran artífice. Todos los que hemos venido después le debemos mucho, sobre todo de estilo: los valores de forma, que no se pueden separar de los valores de contenido, fueron en su obra de gran belleza” (N.N. Borges será sepultado en Ginebra. En : El Espectador. Bogotá (16, Jun., 1986)).

La importancia de Borges llegó hasta tal punto que fue reconocido en el ámbito de las letras del viejo continente conocido por ser cerrado y estricto, aún más para aquellos que vienen de nuestra parte del mundo. Literatos europeos tan importantes como la escritora francesa Marguerite Yourcenar percibieron a América desde la literatura de Borges. El premio Nóbel de literatura en 1960 Saint – John Perse dice sobre el escritor argentino: “Lógico y poeta, tan lucido como temerario, Borges mantiene libremente su lugar –que lugar es un lugar muy osado- en los goznes mismos de este siglo muy complejo”[2]. En el conjunto de entrevistas hechas por Georges Charbonnier a Borges, se encuentra una larga discusión sobre los textos publicados en francés y su influencia en la nueva literatura gala. Europa amó a Borges y los últimos premios nobeles leyeron sus libros como textos religiosos, un ejemplo se ve en la admiración de Seamus Heaney y el conocimiento que tiene de la obra del escritor argentino en una entrevista que data de 1981 ( Seamus Hearney. Dialogo con Borges. Libros y letras. Junio. 2006. N 58, pagina 30 a la 34). Umberto Eco en su libro más importante, El Nombre de la Rosa, crea un bibliotecario ciego que envenena a los monjes para que no busquen el conocimiento más allá de su religión, lo llama Jorge del Burgos en referencia a Borges, no como una reseña castigadora sino como “una manera de rendirle homenaje a Borges”. El escritor italiano recuerda que cuando tuvo su primer encuentro con los textos del argentino lo enloquecieron; “me pasaba noches y noches leyéndoselo a mis amigos. Me reconocí de inmediato en Borges”. (Eco, Umberto. Kant y el ornitorrinco Editorial Lumen, 1999).

Dejo a un lado a textos de Harold Bloom, o la carta de Emile Cioran a Fernando Savater referenciado a Borges, no por falta de importancia sino por ausencia de espacio, pero notifico su existencia para darle compañía a aquella frase que nos regaló Guillermo Cabrera Infante. Aquella que nos ha hecho pensar en la importancia de un escritor como Jorge Luis Borges no solo en nuestro idioma, sino en la literatura universal.


[1] Barnatán, Marcos – Ricardo. Borges. Biografía Total. Editorial Temas de hoy. Bogotá. 1996.
[2] Fernandez Teodosio. Jorge Luis Borges, Álbum biográfico y fotográfico. Alianza Editorial. Madrid. 1999.

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Friday, April 06, 2007

Los ciclos infernales de Ernesto Sabato

Por Juan Camilo Rincón.

El infierno interno, aquel que guarda el corazón de un hombre es el castigo que representa Ernesto Sabato en sus novelas. El tormento del amor infiel que llevó a Juan Pablo Castel a asesinar a María Iribarne es la primera pieza de un conjunto de acontecimientos que fueron narrados en tres textos hermosamente perturbadores. La génesis de esta trama nace en 1948 con la novela El túnel, tomando fuerza en Sobre Héroes y tumbas en 1961 y llegaría a su fin trece años después con Abaddón el exterminador.

La pesadilla que sufrió el pintor Juan Pablo Castel a causa de este amor destructivo que genera María, tiene espacios llenos de una lógica mística que serán confirmados en el segundo texto. En el capitulo treinta y ocho de El túnel, el protagonista decide enfrentar al esposo ciego de su amante y contarle la verdad y justificar sus actos. Allende reacciona de una forma que sorprende al lector y abre una puerta a los hechos que rodearan los asesinatos de Alejandra Vidal Olmos y su padre Fernando Vidal.

“-¡Sí! Grité- . ¡Yo lo engañaba a usted y ella nos engañaba a todos! ¡Pero ahora ya no podrá engañar a nadie! ¿Comprende? ¡A nadie! ¡A nadie!

-¡Insensato! –aulló el ciego con una voz de fiera y corrió hacia mí con unas manos que parecían garras”.

El esposo solo fue capaz de gritar insensato y luego decidió suicidarse, dejando a Juan Pablo Castel con la duda de las verdaderas intenciones de Allende. En el segundo libro se entrevé la trama verdadera, que todo el tormento interno que sufren los personajes de Ernesto Sabato son causados por un grupo secreto que controla el mundo: La secta de los ciegos. Sobre héroes y tumbas cuenta la historia de un amor caótico entre Martín del Castillo y Alejandra Vidal Olmos, que llega a su fin por el deceso de ella.

Según se nos dice en una nota en la primera pagina del libro, Alejandra mata a su padre con un revolver, y luego prende fuego al cuarto donde están, quemándose ella adentro. Leyendo el libro y entrando a conocer a Alejandra nos damos cuenta de lo inverosímil que es esta hipótesis. En realidad nunca se sabe a ciencia cierta qué es lo que ocurre en ese cuarto, pero el texto no se preocupa ni por desmentir ni por afirmar lo dicho en la nota introductoria. Una posibilidad es que la secta haya tenido algo que ver en el suceso. Esto lo intuimos de la tercera parte de Sobre héroes y tumbas, el llamado Informe sobre ciegos, donde Fernando Vidal recopila las investigaciones acerca de la secta. Ahí vemos cómo la hermandad termina por perseguir a Fernando, por jugar con él, por hacerlo perder la cordura en más de una ocasión. La secta esta al tanto de sus movimientos, y él esta conciente de esto. Tanto que al final de su Informe, escribe:

“También sé que mi tiempo es limitado y que mi muerte me espera. Y cosa singular y para mí mismo incomprensible, que esa muerte me espera en cierto modo por mi propia voluntad, porque nadie vendrá a buscarme hasta aquí y seré yo mismo quien vaya, quien deba ir, hasta el lugar donde tendrá que cumplirse el vaticinio. La astucia, el deseo de vivir, la desesperación me han hecho imaginar mil fugas, mil formas de escapar a la fatalidad. Pero ¿cómo nadie puede escapar a su propia fatalidad?”

Luego de un par de líneas, cierra el informe con un profético “Voy hacia allá. Sé que ella estará esperándome”. Se refiere al encuentro fatídico con Alejandra, pero sus palabras anteriores probablemente ayuden al lector a entrever que el personaje tenía la conciencia de a donde se dirigía y resignado aceptaba la muerte. Pero, ¿de donde intuimos que esta muerte será en manos de la secta? Unas líneas antes de las citadas vemos lo que Fernando escribe acerca de la “pesadilla” que ha vivido desde que desarrolla su investigación sobre la hermandad:

“Una pesadilla que sé ha de terminar con mi muerte, porque recuerdo el porvenir de sangre y fuego que me fue dado contemplar en aquella furiosa magia. Cosa singular: nadie parece ahora perseguirme. Terminó la pesadilla (…)”

Palabras hermosas, escritas según la nota introductoria por “un paranoico”. Pero este paranoico no estaba tan lejos de la realidad, ya que a fin de cuentas se cumplió lo que había vaticinado. La pesadilla terminó, ahora debía morir.

Sin embargo, la conspiración de los ciegos no solo afecta a los personajes de Sobre héroes y tumbas, sino también a Juan Pablo Castel. En el capitulo veinticinco del Informe nos ilumina acerca del asesinato de María Iribarne.

“Pensaba, recordaba. Sobre todo venganzas de la Secta. Y volví entonces a analizar el caso Castel, caso que no sólo fue muy notorio por la gente implicada sino por la crónica que desde el manicomio hizo llegar el asesino a una editorial. Me interesó poderosamente por dos motivos: había conocido a María Iribarne y sabía que su marido era ciego. Es fácil imaginar el interés que tuve en conocer a Castel, pero también es fácil presumir el temor que me impidió hacerlo, pues equivalía a meterse en la boca del lobo. ¿Qué otro recurso me quedaba que el de leer, el de estudiar minuciosamente su crónica? "Siempre tuve prevención por los ciegos", confiesa. Cuando por primera vez leí aquel documento, literalmente me asusté, pues hablaba de la piel fría, de las manos acuosas y de otras características de la raza que yo también había observado y que me obsesionaban, como la tendencia a vivir en cuevas o lugares oscuros. Hasta el título de la crónica me estremeció, por lo significativo: "El túnel".

Fernando Vidal entreveía que el crimen de Castel había sido un resultado de la venganza de la secta, como sería su muerte y la de su hija. Una ficha clave fue el esposo ciego, Allende, quien obliga a Maria Iribarne a enamorar al pintor. Eso sería para Fernando, la explicación de la actitud del marido que no le molesta la presencia de Juan Pablo Castel durante sus visitas a la casa. Pero existe un hecho que genera escozor y es explicado en el Informe: el suicidio de allende.

“1. La muerte de María estaba decidida, como forma de condenar al encierro a Castel, pero era un plan ignorado por Allende, que realmente quería y necesitaba a su mujer. De ahí la palabra "insensato" y la desesperación de ese hombre en la escena final.

2. La muerte de María estaba decidida y Allende conocía esa decisión. Aquí se abren dos subposibilidades:
A. Era aceptada con resignación, porque quería a su mujer pero debía pagar alguna culpa anterior a su ceguera, culpa que ignoramos y que parcialmente ya había pagado al ser enceguecido por la Secta.
B. Era recibida con satisfacción por Allende, que no sólo no quería a su mujer sino que la odiaba y esperaba así vengarse de sus numerosos engaños. ¿Cómo conciliar esta variante con la desesperación final de Allende? Muy sencillo: teatro para la galería, e incluso teatro impuesto por la Secta para borrar los rastros de la retorcida venganza”.

De este fatídico destino solo sobrevive Martín del Castillo. El joven Martín, a causa de la perdida de la mujer que amaba, se va de la cuidad y regresa en Abaddón el exterminador ya convertido en un ser lejano de los delirios. Esta última novela es narrada por Ernesto Sabato como personaje, caminando alrededor de aquellos seres atormentados por el mal, aquel que ya había tomado el mundo. En este texto el escritor decide reflexionar sobre los motivos que rodean los infiernos internos desde una perspectiva muy real, desde aquel Sabato que reconoce que la lucha entre el bien y el mal esta perdida. A pesar de su visión apocalíptica del mundo, nos regala un regreso a la relación Martín y Alejandra en 1955. Y le da la posibilidad a esta muchacha atormentada de (después de dos libros) decirle a él que en realidad lo amaba y poder despedirse. Los suplicios de los personajes de Sabato están envestidos de belleza, aquella que rodea a lo mártires, gracias a su sufrimiento por aquel mal indestructible. El infierno de Alejandra estaba escrito desde muy pequeña, como el de cada uno, ya que los ciegos, o las dictaduras, o los torturadores son las caras de lo maligno que necesitamos para saber contra quien peleamos; para saber quien nos ha derrotado.

Thursday, February 01, 2007

Articulos de Juan Camilo Rincón publicados en la revista Libros y Letras


En esta página se encuentran los artículos publicados en la revista Libros y Letras (Revista Cultural de Colombia y América Latina), en la cuál Juan Camilo Rincón colabora como editor.

SOBRE LA COLOMBIA QUE PENSÓ BORGES

Juan Camilo Rincón

Las referencias sobre Colombia en textos de escritores internacionales son escasas pero profundas. El premio Nóbel de Literatura chileno Pablo Neruda, en su libro Canto General dedica un poema a Antonino Bernales, un pescador del Río Magdalena quien sufre los avatares de la violencia de los años cincuenta. O recordemos la carta escrita el 21 de mayo de 1590 por Miguel de Cervantes al rey de España, solicitando empleo como Notario en Cartagena. Pero una de las más hermosas referencias de nuestro país se encuentra en el cuento “Urica” de Jorge Luis Borges que fue publicado en dos de sus libros: El libro de la arena y el libro de los sueños.

“Nos presentaron. Le dije que era profesor en la Universidad de los Andes en Bogotá. Aclaré que era colombiano.
Me preguntó de un modo pensativo: -¿Qué es ser colombiano?
-No sé -le respondí-. Es un acto de fe.[1]

La opinión de Borges sobre nuestro país, ha sido constantemente discutida. Pero los comentarios recordados de libros que dan una mala opinión sobre Colombia del escritor argentino son puestos en artículos sin hacer ningún contexto de dichos comentarios. Podemos recordar la disputa que rodeó la publicación del libro Borges, de su amigo Adolfo Bioy Casales editado recientemente por Destino, al cuidado de Daniel Martino.

Este libro consta de los diarios de Bioy Casales de toda su vida. La página fechada el jueves, 21 de noviembre de 1963, genera mayor polémica, ella dice:

“En la embajada de Colombia, me explicaron que Colombia es el único país de América donde se habla el español de España. Yo estaría de mal humor, porque les contesté: “En España nunca hablaron bien el español. Y desde hace dos siglos, ¿Para qué les sirve? Para hablarlo de cualquier modo y para escribirlo peor. ¿Qué merito puede haber en el modo de hablar de una gente incapaz de escribir un buen libro? No, yo no me arrepiento del 25 de mayo ni de San Martín; ustedes no deben arrepentirse de Bolívar”. La gente repite frase y no piensa. Admiran a Bolívar y al mismo tiempo se jactan de ser casi españoles. Viven felices en el matete. Son unos brutos”[2].

La afirmación de que en Colombia se habla el mejor español de íbero América, a sido motivo de orgullo incluso ahora. Pero debemos recordar que dicha afirmación fue hecha por un filólogo español que leía los excelentes latinistas de nuestro país de finales del siglo diecinueve. En 1963, dicha tesis estaba un poco devaluada, imaginemos como se encuentra en el presente. Otro punto que es el que incomoda profundamente a Borges es que un sector de la clase dirigente colombiana, la cual se encuentra en cualquier embajada, como símbolo de estatus, se sienten descendientes directos de los españoles. Borges es un profundo patriota, su bisabuelo, Isidoro Suárez comandó un regimiento de de caballería peruana y colombiana, bajo el mandó de Bolívar en la batalla de Ayacucho. Dicho amor y respeto por los próceres latinoamericanos se encuentra en innumerables textos.

No niego la fuerza de la afirmación de Borges, ni lo dolorosa que pueda llegar a ser, solo trato de entenderla. Pero existen testimonios de una gran calidez del escritor bonaerense sobre nuestro país. Unos días después de la afirmación consignada en el libro de Bioy Casales, Borges visitó por primera vez a Colombia al ser designado Doctor Honoris Causa por la Universidad de los Andes. Quiero resaltar una entrevista hecha por Cesar Esquivias, que fue publicada el 15 de diciembre de 1963 en El Tiempo. En ella el periodista le pregunta a Borges que mensaje le daría a los intelectuales colombianos, el responde que “- Si. El mensaje único que podría darles es que una de las cosas que más admiro de Colombia es que la literatura se toma en serio. Las letras se practican y el poeta es admirado. Es una pasión que deben seguir cultivando los colombianos”[3].

Su conocimiento sobre temas colombianos es profundamente histórico. Era de su interés las campañas libertadoras y las luchas contra la colonia. Su conocimiento en otros temas como los literarios se basaba en la producción del siglo diecinueve y comienzos del siglo veinte. El 14 de diciembre de ese mismo año El Espectador le hace otra entrevista a Borges, titulada Soy Demócrata integral y por Patriotismo, Antiperonista por el periodista Mariano San Ildelfonso. El reportero le pregunta al escritor argentino cuál es su conocimiento sobre la literatura colombiana, a lo cual Borges responde: “Conozco la literatura clásica admirable en este país”.

Afirmación que es comparada con la entrevista hecha por la H.J.C.K., hecha por Álvaro Castaño Castillo, en la cual Borges responde: “El primer nombre que me llega y he sido censurado por haberlo mencionado es el nombre de Caro (Miguel Antonio Caro, ex presidente de Colombia) y ello bien puede explicarse porque yo conocí la versión española antes del original latino, tanto así que cuando en 1914 emprendí el estudio del latín tuve la impresión de estar leyendo una versión latina de una obra suramericana”[4]. En la misma entrevista con la emisora cultural sigue recordando escritores colombianos: “Hay un poeta, o por lo menos hay un composición de un poeta que siempre ha sido parte de mi vida, hablo muy previsiblemente de Asunción Silva”.

Este querer era reciproco, los intelectuales colombianos amaron a Borges con una implacable solemnidad. Escritores como William Ospina, Piedad Bonnett (quien dicta una cátedra sobre Borges en los Andes), Hugo Chaparro Valderrama, Juan Gustavo Cobo Borda (que ha escrito innumerables reseñas y libros sobre Borges), Juan Manuel Roca, Germán Espina, Harold Alvarado Tenorio (Quien hace un prólogo para su libro con el nombre del escritor argentino), y muchos otros más que en este momento se me escapan reconocen la belleza y la influencia de Borges en la literatura nacional.

Pero me gustaría recordar la frase su gran amigo Germán Arciniegas, quien varias veces invitó a Borges a Colombia y escribió muchos artículos sobre él. En la muerte se despide del escritor argentino en su texto Borges, ¿El ciego? Publicado el 16 de junio del 1986: Su memoria. -“Por haber visto tanto en las tinieblas acumuló riquezas infinitas en el más vasto depósito literario que haya conocido memoria latinoamericana alguna”.[5] Luego Arciniegas sentencia el articulo hablando del error de no haberle dado el premio Nóbel: “El mundo lo reclamó para él, como más títulos que nadie, y negándolo, la Academia sueca dejó ese voto como mancha que no se borrará en la noble y larga hoja de vida de los de la dinastía redimida”.
Los argentinos reconocen a Colombia por ser el fatídico país donde murió Gardel. Pero para Borges lo rodeaba algo más grande, su relación literaria permitió entrever muchas amistades que han recobrado del olvido su nombre y han llevado sus libros a los nuevos escritores colombianos. Borges nos regaló algo más, en la voz de su personaje Javier Otálora nos dejó una definición magistral de que es ser un colombiano: Un acto de fe.

[1] Borges, Jorge Luis El libro de la arena, Rota Tiva, Plaza y Janes, S.A. Editores, 1977. Borges, Jorge Luis El libro de los sueños, Alianza Editorial, Madrid, 1995.
[2] Bioy Casales, Adolfo. Borges. Edición al cuidado de Daniel Martino, Destino. Bogotá. 2006.

[3] Esquivas, Cesar. Lo que más admiro de Colombia es que aquí la literatura se toma en serio. El Tiempo Bogotá: (13, Dic., 1963)
[4] H.J.C.K. Borges y la H.J.C.K, colección literaria de la H.J.C.K. Bogotá. 1999.
[5] Arciniegas. Germán. Borges ¿el ciego? En : El Tiempo Bogotá: (16, Junio., 1986)
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EPIFANÍAS DE LA MAGA

Juan Camilo Rincón

Que difícil es recordar a la Maga, siempre llegan a nuestra cabeza las imágenes de su boca y del acto de tocar con un dedo aquellos labios que se abren; y Horacio que vuelve a empezar, reconstruyendo la boca que desea. Tenemos siempre las imágenes de Oliveira, lo que él recuerda de ella del lado de allá, de Paris. Es tan propio del personaje ver a la Maga desde su punto de vista, como su creación, desde su prepotencia. Un ejemplo es el capitulo 7 de la Rayuela:

“Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.”

Las descripciones de Horacio son constantes, los dos caminando por la capital del amor, las respuestas de la Maga que llegaban a destiempo en las discusiones del Club de la serpiente. Aquella uruguaya que tenía una bondad que enamoró a tantos hombres de Latinoamérica y que tantas mujeres trataron de imitar hasta el punto de no lavarse los dientes porque “todo el mundo es muy sucio y hermoso en Paris”. Existirá en nuestros recuerdos ver los paseos donde no se permitía más que la burla a lo vendedores de souvenirs, o las horas frente a las peceras tratando de quemar el tiempo, acompañándose en esta relación llena de mendicidad. A pesar de las imágenes entregadas por Horacio, la idea de la Maga es dada por otro. Es difícil encontrar un capitulo donde ella hable y nos muestre qué sentía o qué pensaba. Nuestra Maga esta dada por los ojos de un hombre enamorado, que siempre esperó volverla a ver después de haber sido deportado a Buenos Aires.

Pero existen unas páginas que muestran la verdadera forma en que siente la Maga. Es una carta, que se encuentra en el capitulo 32 de La Rayuela. Julio Cortázar describe estás palabras como “un mate ya lavado, o un disco muy viejo, como la nieve que llena el patio… cosas así”. Es difícil terminar sin sentir una profunda tristeza, esta carta está escrita a su hijo Rocamadour, que va a morir en el trascurso de la historia, y este hecho será determinante para la separación de los dos personajes.

La carta es para un bebé, al cuál ama pero no permite que viva con ella. En estas palabras justifica sus actos de no ser una buena madre y de dejarlo solo tanto tiempo, de no visitarlo y de darle su vida a Horacio. “Te escribo porque no sabes leer”, sentencia para iniciar su confesión. Por descuido y por pobreza el niño muere, por seguir un sueño lleno de ausencias, por un amor que nunca se confesaron pero que todos los lectores supimos, en una palabra, por poner a Horacio antes que a su hijo.

“Yo no te podría tener aquí, aunque seas tan pequeño no cabrías en ninguna parte, te golpearías contra las paredes. Cuando pienso en eso me pongo a llorar, Horacio no entiende, cree que soy mala, que hago mal en no traerte, aunque sé que no te aguantaría mucho tiempo. Nadie se aguanta aquí mucho tiempo, ni siquiera tú y yo, hay que vivir combatiéndose, es la ley, la única manera que vale la pena pero duele, Rocamadour, y es sucio y amargo, a ti no te gustaría, tú que ves a veces los corderitos en el campo, o que oyes los pájaros parados en la veleta de la casa. Horacio me trata de sentimental, me trata de materialista, me trata de todo porque no te traigo o porque quiero traerte, porque renuncio, porque quiero ir a verte, porque de golpe comprendo que no puedo ir, porque soy capaz de caminar una hora bajo el agua si en algún barrio que no conozco pasan Potemkin y hay que verlo aunque se caiga el mundo, Rocamadour”.

Pero, en el fondo, las imágenes más claras que se tienen de la Maga son las evocaciones de Horacio en Buenos Aires. Aquellas noches donde su figura se ahogaba en el río o sus apariciones esporádicas en su memoria, como su imagen en el barco de regreso, son las que permiten la idealización. Estas remembranzas llevan a Oliveira a intentar suicidarse. Aquel personaje que sufría de un desdén hacia todo, que ante la preocupación de la Maga por los peligros que pudiera correr él en la cuidad, responde con una sonrisa “Mis peligros son solo metafísicos”, pierde por completo esta supuesta actitud y se llena de miedo.

En Revista La Maga, edición especial homenaje a Cortázar de noviembre de 1994, encontré en un artículo de la escritora argentina Maria Esther Vázquez, sobre la verdadera Maga. Su nombre era Edith, tomaron el mismo barco a Francia con Julio Cortázar el 6 de enero de 1950 y luego se reconocieron varias veces en las calles de Paris. De sus paseos, nacieron los cuentos de Final de juego. Edith recuerda con profunda alegría el año de 1952: “En el Jardín des Plantes descubrieron juntos los axolotes; en el parque de Secaux, Cortázar le leyó Final del juego y al verla tan conmovida le prometió que, al publicarlo, se lo dedicaría (luego no cumplió su promesa)”[1]. Pero, aunque su realidad es increíblemente menos impactante que el personaje, su imagen es embellecida por las cartas llenas de profundo cariño de Cortázar, y los encuentros llenos de azar (como Horacio y la Maga).

Pero igual amamos a la Maga, y queremos sentir a Paris en un cuarto pequeño, “en la ciudad donde el amor se llama con todos los nombres de todas las calles, de todas las casas, de todos los pisos, de todas las habitaciones, de todas las camas, de todos los sueños, de todos los olvidos o los recuerdos”. Potemkin, y la fantasía de ser cantante de cámara, son elementos claves que nos han dado un aliento de su verdadero ser. El valor sobre las cosas que amaba, sobre su mundo rodeado de importancias incomprensibles, que en el fondo guardan una lógica que para nosotros como lectores y enamorados de la Maga (tal vez ya vencidos) no queremos, ni nos interesa desentrañar.


[1] Vázquez, Maria Esther. Revista La Maga, edición especial Homenaje a Cortázar, noviembre de 1994