Escritos publicados en la revista Libros y Letras

Thursday, February 01, 2007

Articulos de Juan Camilo Rincón publicados en la revista Libros y Letras


En esta página se encuentran los artículos publicados en la revista Libros y Letras (Revista Cultural de Colombia y América Latina), en la cuál Juan Camilo Rincón colabora como editor.

SOBRE LA COLOMBIA QUE PENSÓ BORGES

Juan Camilo Rincón

Las referencias sobre Colombia en textos de escritores internacionales son escasas pero profundas. El premio Nóbel de Literatura chileno Pablo Neruda, en su libro Canto General dedica un poema a Antonino Bernales, un pescador del Río Magdalena quien sufre los avatares de la violencia de los años cincuenta. O recordemos la carta escrita el 21 de mayo de 1590 por Miguel de Cervantes al rey de España, solicitando empleo como Notario en Cartagena. Pero una de las más hermosas referencias de nuestro país se encuentra en el cuento “Urica” de Jorge Luis Borges que fue publicado en dos de sus libros: El libro de la arena y el libro de los sueños.

“Nos presentaron. Le dije que era profesor en la Universidad de los Andes en Bogotá. Aclaré que era colombiano.
Me preguntó de un modo pensativo: -¿Qué es ser colombiano?
-No sé -le respondí-. Es un acto de fe.[1]

La opinión de Borges sobre nuestro país, ha sido constantemente discutida. Pero los comentarios recordados de libros que dan una mala opinión sobre Colombia del escritor argentino son puestos en artículos sin hacer ningún contexto de dichos comentarios. Podemos recordar la disputa que rodeó la publicación del libro Borges, de su amigo Adolfo Bioy Casales editado recientemente por Destino, al cuidado de Daniel Martino.

Este libro consta de los diarios de Bioy Casales de toda su vida. La página fechada el jueves, 21 de noviembre de 1963, genera mayor polémica, ella dice:

“En la embajada de Colombia, me explicaron que Colombia es el único país de América donde se habla el español de España. Yo estaría de mal humor, porque les contesté: “En España nunca hablaron bien el español. Y desde hace dos siglos, ¿Para qué les sirve? Para hablarlo de cualquier modo y para escribirlo peor. ¿Qué merito puede haber en el modo de hablar de una gente incapaz de escribir un buen libro? No, yo no me arrepiento del 25 de mayo ni de San Martín; ustedes no deben arrepentirse de Bolívar”. La gente repite frase y no piensa. Admiran a Bolívar y al mismo tiempo se jactan de ser casi españoles. Viven felices en el matete. Son unos brutos”[2].

La afirmación de que en Colombia se habla el mejor español de íbero América, a sido motivo de orgullo incluso ahora. Pero debemos recordar que dicha afirmación fue hecha por un filólogo español que leía los excelentes latinistas de nuestro país de finales del siglo diecinueve. En 1963, dicha tesis estaba un poco devaluada, imaginemos como se encuentra en el presente. Otro punto que es el que incomoda profundamente a Borges es que un sector de la clase dirigente colombiana, la cual se encuentra en cualquier embajada, como símbolo de estatus, se sienten descendientes directos de los españoles. Borges es un profundo patriota, su bisabuelo, Isidoro Suárez comandó un regimiento de de caballería peruana y colombiana, bajo el mandó de Bolívar en la batalla de Ayacucho. Dicho amor y respeto por los próceres latinoamericanos se encuentra en innumerables textos.

No niego la fuerza de la afirmación de Borges, ni lo dolorosa que pueda llegar a ser, solo trato de entenderla. Pero existen testimonios de una gran calidez del escritor bonaerense sobre nuestro país. Unos días después de la afirmación consignada en el libro de Bioy Casales, Borges visitó por primera vez a Colombia al ser designado Doctor Honoris Causa por la Universidad de los Andes. Quiero resaltar una entrevista hecha por Cesar Esquivias, que fue publicada el 15 de diciembre de 1963 en El Tiempo. En ella el periodista le pregunta a Borges que mensaje le daría a los intelectuales colombianos, el responde que “- Si. El mensaje único que podría darles es que una de las cosas que más admiro de Colombia es que la literatura se toma en serio. Las letras se practican y el poeta es admirado. Es una pasión que deben seguir cultivando los colombianos”[3].

Su conocimiento sobre temas colombianos es profundamente histórico. Era de su interés las campañas libertadoras y las luchas contra la colonia. Su conocimiento en otros temas como los literarios se basaba en la producción del siglo diecinueve y comienzos del siglo veinte. El 14 de diciembre de ese mismo año El Espectador le hace otra entrevista a Borges, titulada Soy Demócrata integral y por Patriotismo, Antiperonista por el periodista Mariano San Ildelfonso. El reportero le pregunta al escritor argentino cuál es su conocimiento sobre la literatura colombiana, a lo cual Borges responde: “Conozco la literatura clásica admirable en este país”.

Afirmación que es comparada con la entrevista hecha por la H.J.C.K., hecha por Álvaro Castaño Castillo, en la cual Borges responde: “El primer nombre que me llega y he sido censurado por haberlo mencionado es el nombre de Caro (Miguel Antonio Caro, ex presidente de Colombia) y ello bien puede explicarse porque yo conocí la versión española antes del original latino, tanto así que cuando en 1914 emprendí el estudio del latín tuve la impresión de estar leyendo una versión latina de una obra suramericana”[4]. En la misma entrevista con la emisora cultural sigue recordando escritores colombianos: “Hay un poeta, o por lo menos hay un composición de un poeta que siempre ha sido parte de mi vida, hablo muy previsiblemente de Asunción Silva”.

Este querer era reciproco, los intelectuales colombianos amaron a Borges con una implacable solemnidad. Escritores como William Ospina, Piedad Bonnett (quien dicta una cátedra sobre Borges en los Andes), Hugo Chaparro Valderrama, Juan Gustavo Cobo Borda (que ha escrito innumerables reseñas y libros sobre Borges), Juan Manuel Roca, Germán Espina, Harold Alvarado Tenorio (Quien hace un prólogo para su libro con el nombre del escritor argentino), y muchos otros más que en este momento se me escapan reconocen la belleza y la influencia de Borges en la literatura nacional.

Pero me gustaría recordar la frase su gran amigo Germán Arciniegas, quien varias veces invitó a Borges a Colombia y escribió muchos artículos sobre él. En la muerte se despide del escritor argentino en su texto Borges, ¿El ciego? Publicado el 16 de junio del 1986: Su memoria. -“Por haber visto tanto en las tinieblas acumuló riquezas infinitas en el más vasto depósito literario que haya conocido memoria latinoamericana alguna”.[5] Luego Arciniegas sentencia el articulo hablando del error de no haberle dado el premio Nóbel: “El mundo lo reclamó para él, como más títulos que nadie, y negándolo, la Academia sueca dejó ese voto como mancha que no se borrará en la noble y larga hoja de vida de los de la dinastía redimida”.
Los argentinos reconocen a Colombia por ser el fatídico país donde murió Gardel. Pero para Borges lo rodeaba algo más grande, su relación literaria permitió entrever muchas amistades que han recobrado del olvido su nombre y han llevado sus libros a los nuevos escritores colombianos. Borges nos regaló algo más, en la voz de su personaje Javier Otálora nos dejó una definición magistral de que es ser un colombiano: Un acto de fe.

[1] Borges, Jorge Luis El libro de la arena, Rota Tiva, Plaza y Janes, S.A. Editores, 1977. Borges, Jorge Luis El libro de los sueños, Alianza Editorial, Madrid, 1995.
[2] Bioy Casales, Adolfo. Borges. Edición al cuidado de Daniel Martino, Destino. Bogotá. 2006.

[3] Esquivas, Cesar. Lo que más admiro de Colombia es que aquí la literatura se toma en serio. El Tiempo Bogotá: (13, Dic., 1963)
[4] H.J.C.K. Borges y la H.J.C.K, colección literaria de la H.J.C.K. Bogotá. 1999.
[5] Arciniegas. Germán. Borges ¿el ciego? En : El Tiempo Bogotá: (16, Junio., 1986)
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EPIFANÍAS DE LA MAGA

Juan Camilo Rincón

Que difícil es recordar a la Maga, siempre llegan a nuestra cabeza las imágenes de su boca y del acto de tocar con un dedo aquellos labios que se abren; y Horacio que vuelve a empezar, reconstruyendo la boca que desea. Tenemos siempre las imágenes de Oliveira, lo que él recuerda de ella del lado de allá, de Paris. Es tan propio del personaje ver a la Maga desde su punto de vista, como su creación, desde su prepotencia. Un ejemplo es el capitulo 7 de la Rayuela:

“Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.”

Las descripciones de Horacio son constantes, los dos caminando por la capital del amor, las respuestas de la Maga que llegaban a destiempo en las discusiones del Club de la serpiente. Aquella uruguaya que tenía una bondad que enamoró a tantos hombres de Latinoamérica y que tantas mujeres trataron de imitar hasta el punto de no lavarse los dientes porque “todo el mundo es muy sucio y hermoso en Paris”. Existirá en nuestros recuerdos ver los paseos donde no se permitía más que la burla a lo vendedores de souvenirs, o las horas frente a las peceras tratando de quemar el tiempo, acompañándose en esta relación llena de mendicidad. A pesar de las imágenes entregadas por Horacio, la idea de la Maga es dada por otro. Es difícil encontrar un capitulo donde ella hable y nos muestre qué sentía o qué pensaba. Nuestra Maga esta dada por los ojos de un hombre enamorado, que siempre esperó volverla a ver después de haber sido deportado a Buenos Aires.

Pero existen unas páginas que muestran la verdadera forma en que siente la Maga. Es una carta, que se encuentra en el capitulo 32 de La Rayuela. Julio Cortázar describe estás palabras como “un mate ya lavado, o un disco muy viejo, como la nieve que llena el patio… cosas así”. Es difícil terminar sin sentir una profunda tristeza, esta carta está escrita a su hijo Rocamadour, que va a morir en el trascurso de la historia, y este hecho será determinante para la separación de los dos personajes.

La carta es para un bebé, al cuál ama pero no permite que viva con ella. En estas palabras justifica sus actos de no ser una buena madre y de dejarlo solo tanto tiempo, de no visitarlo y de darle su vida a Horacio. “Te escribo porque no sabes leer”, sentencia para iniciar su confesión. Por descuido y por pobreza el niño muere, por seguir un sueño lleno de ausencias, por un amor que nunca se confesaron pero que todos los lectores supimos, en una palabra, por poner a Horacio antes que a su hijo.

“Yo no te podría tener aquí, aunque seas tan pequeño no cabrías en ninguna parte, te golpearías contra las paredes. Cuando pienso en eso me pongo a llorar, Horacio no entiende, cree que soy mala, que hago mal en no traerte, aunque sé que no te aguantaría mucho tiempo. Nadie se aguanta aquí mucho tiempo, ni siquiera tú y yo, hay que vivir combatiéndose, es la ley, la única manera que vale la pena pero duele, Rocamadour, y es sucio y amargo, a ti no te gustaría, tú que ves a veces los corderitos en el campo, o que oyes los pájaros parados en la veleta de la casa. Horacio me trata de sentimental, me trata de materialista, me trata de todo porque no te traigo o porque quiero traerte, porque renuncio, porque quiero ir a verte, porque de golpe comprendo que no puedo ir, porque soy capaz de caminar una hora bajo el agua si en algún barrio que no conozco pasan Potemkin y hay que verlo aunque se caiga el mundo, Rocamadour”.

Pero, en el fondo, las imágenes más claras que se tienen de la Maga son las evocaciones de Horacio en Buenos Aires. Aquellas noches donde su figura se ahogaba en el río o sus apariciones esporádicas en su memoria, como su imagen en el barco de regreso, son las que permiten la idealización. Estas remembranzas llevan a Oliveira a intentar suicidarse. Aquel personaje que sufría de un desdén hacia todo, que ante la preocupación de la Maga por los peligros que pudiera correr él en la cuidad, responde con una sonrisa “Mis peligros son solo metafísicos”, pierde por completo esta supuesta actitud y se llena de miedo.

En Revista La Maga, edición especial homenaje a Cortázar de noviembre de 1994, encontré en un artículo de la escritora argentina Maria Esther Vázquez, sobre la verdadera Maga. Su nombre era Edith, tomaron el mismo barco a Francia con Julio Cortázar el 6 de enero de 1950 y luego se reconocieron varias veces en las calles de Paris. De sus paseos, nacieron los cuentos de Final de juego. Edith recuerda con profunda alegría el año de 1952: “En el Jardín des Plantes descubrieron juntos los axolotes; en el parque de Secaux, Cortázar le leyó Final del juego y al verla tan conmovida le prometió que, al publicarlo, se lo dedicaría (luego no cumplió su promesa)”[1]. Pero, aunque su realidad es increíblemente menos impactante que el personaje, su imagen es embellecida por las cartas llenas de profundo cariño de Cortázar, y los encuentros llenos de azar (como Horacio y la Maga).

Pero igual amamos a la Maga, y queremos sentir a Paris en un cuarto pequeño, “en la ciudad donde el amor se llama con todos los nombres de todas las calles, de todas las casas, de todos los pisos, de todas las habitaciones, de todas las camas, de todos los sueños, de todos los olvidos o los recuerdos”. Potemkin, y la fantasía de ser cantante de cámara, son elementos claves que nos han dado un aliento de su verdadero ser. El valor sobre las cosas que amaba, sobre su mundo rodeado de importancias incomprensibles, que en el fondo guardan una lógica que para nosotros como lectores y enamorados de la Maga (tal vez ya vencidos) no queremos, ni nos interesa desentrañar.


[1] Vázquez, Maria Esther. Revista La Maga, edición especial Homenaje a Cortázar, noviembre de 1994

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